lunes, 6 de abril de 2020

Tengo una Güera hermosa en mi memoria, pues la soñaba desde niño, que siempre me ilusionaron sus ojos y su rubia cabellera de He-man. Apenas recuerdo... O no estoy seguro, haber tenido un par de pláticas breves e inocentes. Pero me aterraba mirarla y hablarle. Así fueron pasando los días y los meses, hasta acumular años en los que mi recuerdo de ella era besando a otro, y sólo una vez mi boca tocó la de ella en un juego de niños besadores en el que yo no participé, excepto para besarla a ella. Creo que nunca tuve celos porque entendía que era yo quien había cometido el error de no hablar, ni acercarme, ni actuar. Fue el beso más bonito, ella con los ojos tapados, los compañeros de la secundaria mirando morbosos el show exhibicionista y sus labios llenos de saliva de otros varios que se habían formado antes de mi
Pasaron muchas lunas y muchos veranos de inundaciones, que era algo que caracterizaba a esa memoria o a ese sueño. De todas formas, pasaron años, y ocasionalmente la soñaba o la veía en la calle; ella nerviosa caminando apresurada de la mano de una o dos pequeñas (creo que mi visión periférica eso captaba, pues mi atención era hacia su sonrisa y su mirada nerviosa y verde, siempre verde) mientras yo experimentaba taquicardia y quizá hasta alguna erección, o era que me volvía de piedra y de sal.
El sueño no se esfumó, pero debo confesar que tampoco era una idea obsesiva. Sin embargo me identificaba con un personaje tristón, solitario y enamorado, creo que me sentía Florentino Ariza que vivía su propio sueño.
Crecí, crecimos y nos encontramos. Yo ya había resucitado por primera vez y no sabía que moriría una segunda. Le hablé, le hablé mucho con letras y con emociones vastas; cada palabra era una molécula de valor que fue creciendo durante casi un año, alimentado por los treinta del pasado. Y por fin, se consumó el sueño que al mismo tiempo fue mi otra muerte y mi gran  aprendizaje. Sin embargo, los sueños no tienen caducidad ni envejecen. En los sueños no hay promesas ni deslealtades, solo hay eso, sueños; esas partículas de la vida que te mantienen vivo y despierto y esperanzado y atento y demente. Sueño, ya no existo en esperanza pues entiendo que mis ganas, mis recuerdos y mis sueños no mueven las cosas.
Eso ya no es decisión mía, mis sueños ahí están y no esperan, pero están dispuestos a recibir.

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